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Un enfoque distinto del festival, es el que a menudo percibimos la prensa en este u otros eventos de similares características.
En este caso voy a hacer alusión a lo que yo llamo la BSO de Eurovisión.
Desde el comienzo de la semana eurovisiva, después de asistir a numerosos ensayos, uno se siente parte del evento, viendo crecer a la canción, la coreografía, y los cambios de última hora.
El trato con los artistas, hace salir su lado más humano, y el miedo al ver como se lo juegan todo, en apenas unos minutos.
Cantar en Eurovisión ante unas 22.000 personas no es una tarea sencilla, y nada puede salir mal. Se enfrentan a oponentes muy diversos, con gran variedad de recursos, que lucharán por estar ahí, por ganar. La presión y los nervios se manifiestan constantemente.
Muchas delegaciones se quedan en el camino, y no llegan a la final. Esta es la otra cara del festival, pero las 42 canciones, quedan antes, durante y después del festival, en la memoria eurovisiva de todos los espectadores.
En esta edición se han dado muestras de diversos géneros musicales.
Las baladas han estado muy presentes en esta edición, Malta con una impecable Chiara, Lituania, con un Sasha Son que nos encandiló con su fuego interno y externo, el Reino Unido con It’s my time, Polonia con su “I don’t wanna leave” que siempre estará en nuestros corazones, han llenado de dulzura la gala.
Las canciones pop de Andorra, el movido Etcétera de Irlanda, el profundo tema suizo “The highest heights”, así como el “Just get out of my life” de Montenegro y una “Ilusionada” Bulgaria, han dado vida y ritmo a este festival.
Hemos bailado con un Zoli Ádok de Hungria, con las chicas balcánicas de Rumanía, el “Jan Jan” de Inga y Anush de Armenia, el rítmico “Hora din Moldova” y el exitoso “Always” de Azerbaiyán que permanecerá siempre en nuestras mentes.
La originalidad y el buen gusto nos lo muestra Suecia con “La Voix” con una mítica Malena que hizo las delicias de los asistentes. Y un dúo muy peculiar, lleno de fuerza formado por Noa y Mira Avad, representando a Israel, nos han transportado a la esencia de la sensibilidad.
El misterio y el dramatismo, han venido a cargo de Rusia con su ensordecedor Mamo, y Francia con una Patricia Kaas desgarradora.
El toque retro lo puso la Miss Kiss Kiss bang de Alemania, transportándonos a una época clandestina.
La excentricidad vino de Bélgica con su “Copy cat” interpretada por un Patrick Ouchène al más puro estilo Elvis. Serbia con su popular y pegadizo Cipela y un notorio Petr Elfimov de Bielorrusia, y El “Probka” de Letonia y Croacia, nos dieron otra perspectiva del festival.
Los violines y la fantasía corrieron a cargo de Eslovenia con su “Love Symphony”, de Noruega con su entrañable y ganador “FairyTale”. Y un espectacular Bistra Voda que levantaba el vello de la emoción traído por Bosnia y Herzegovina.
El espectáculo vino de la mano de Ucrania con una exuberante Svetlana Loboda, el toque de Turquía y su Düm tek tek, el incombustible Sakis y su plataforma gigante, y la fuerza del fuego Finlandés que no perdió el control.
Esto es sólo una pequeña muestra de lo que es el festival en toda su magnitud, ya que una tras otra, las 42 canciones, tanto finalistas como las no clasificadas nos han acompañado durante toda la semana formando así una de las bandas sonoras de Eurovisión más entrañables y originales del momento.
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